Aprender haciendo es la mejor manera de aprender.
Desde hace muchos años que soy un defensor del concepto de «aprender haciendo». Esto es, la comprensión de nuevos conceptos, la utilidad de técnicas y herramientas, la percepción de la complejidad, las conexiones con otras áreas y facetas, y el recuerdo, etc. … sin duda es mejor cuando aprendemos haciendo algo.
Por ello, siempre que he podido (y en los últimos años mucho más) he dedicado gran parte de mi esfuerzo como profesor a diseñar experiencias (de simulación, con software, en equipo, mediante roles, etc.) para que mis alumnos aprendan mejor (que no más).
Diseñar y poner en marcha nuevas experiencias de aprendizaje es lo que llamamos innovación docente. Esto, implica no sólo un profundo convencimiento, sino también mucha dedicación de esfuerzo y tiempo, orientados al bien del alumno. Desde que se detecta la necesidad de aprendizaje, hasta que se pone en marcha una actividad y logra tener éxito… hace falta mucho tiempo, dedicación y también recursos.
Pero, en especial si eres una persona inconformista como yo, por muy buena que haya resultado la experiencia práctica siempre detectarás algunos aspectos que se pueden mejorar, o incluso nuevas facetas de la experiencia por explorar o conectar con otros conceptos estudiados. Y esto, te devuelve a la casilla de salida; a replantearte lo establecido y a volver a pensar la forma de mejorar.
Cuando entras en esta dinámica, ya no puedes escapar de ella. El aula se convierte en un caldo de cultivo enriquecedor que te da siempre más de lo que tu ofreces. Los propios alumnos y sus experiencias son germen de nuevas ideas y posibilidades. Y sin darte cuenta empiezas a tener apuntadas en una libreta cientos de ideas (literalmente) por explorar. No todas las ideas las podrás abordar en el marco del temario y la asignatura. Para realizar algunas se requerirán recursos (por ejemplo tecnológicos o económicos) fuera de tu alcance. Pero si estás atento y pones imaginación, seguro que hay muchas pequeñas ideas que se pueden incluir fácilmente, probar y que posiblemente mejoren la experiencia docente.
Innovación docente en el aprendizaje del Diseño para la Logística
Quiero compartir con vosotros una reflexión sobre la experiencia que he tenido al enseñar a mis alumnos Diseño para la Logística.
El diseño para la logística (DFL) consiste en diseñar un producto pensando no sólo en aspectos de mercado, ergonomía, funcionalidad, producción, etc. sino también en la logística que dicho producto tendrá que soportar. El producto debe por tanto ser re-pensado incluyendo (además de otros aspectos) el diseño y optimización del envase, el embalaje, el paletizado y la estructura interna de un contenedor de modo que la logística (transporte, manutención y almacenaje) sea lo más ágil, eficiente y económica posible. El aprovechamiento del volumen neto es un aspecto clave que se traduce en costes de almacenaje y transporte por unidad de producto.
Hace unos 19 años que llevo enseñando este concepto en diversas titulaciones y asignaturas relacionadas con logística y con diseño industrial. Desde entonces hasta ahora mi actividad docente ha evolucionado y ha ido pasando por diferentes etapas. Esto es lo que yo mismo he observado en mi trabajo.
Conceptual: este es el estado más básico, en este caso el profesor tan sólo transmite al alumno la información necesaria para presentar y que conozca el significado de un nuevo concepto. «Diseño para la logística (Design For Logistics) es …».
Ejemplificar: para ayudar a la comprensión del alumno, el estado anterior se enriquece mediante la inclusión y utilización de ejemplos. «Por ejemplo, el caso de este producto, o lo que hizo tal empresa…».
Calcular: es algo básico en el estudio de cualquier ingeniería, pero en realidad es un paso más allá de lo anterior. Consiste en enseñar al alumno, o mucho mejor que él mismo haga, cálculos o cómputos que le ayuden a medir el impacto de una determinada decisión o los resultados obtenidos. «Vamos a calcular el aprovechamiento de volumen en este caso, o vamos a calcular el coste de esta solución…».
Os lo creáis o no, durante muchos años estuve enseñando a mis alumnos únicamente con estos tres elementos. Pero un día, reflexionas y te das cuenta de que tus alumnos serán los futuros profesionales de las empresas y que necesitarán también las técnicas y herramientas adecuadas para enfrentarse a problemas reales de mayor complejidad. Es entonces cuando aparece el siguiente paso de la evolución docente.
Tecnificar: consiste en la introducción por parte del profesor y el aprendizaje por parte del alumno de algún tipo de técnica o tecnología que nos hace ser más eficiente a la hora de resolver un problema y calcular sus resultados. Y por tanto, poder abordar problemas de mayor complejidad. «Vamos a aprender a utilizar este software, este algoritmo, o esta hoja de cálculo… que nos permite resolver este problema más fácilmente, jugar con diferentes soluciones y seleccionar la mejor…».
Muchos alumnos demandan a sus profesores este último aspecto, y con razón. Quieren aprender cosas útiles. O al menos, quieren tener la percepción de que todos los conceptos que tienen que estudiar realmente les servirán en el futuro (algo así como obtener garantías de una rentabilidad del esfuerzo de su estudio). Pero en mi opinión, tecnificar debería ir siempre acompañado de los tres anteriores. ¿De qué serviría que un alumno sepa utilizar un software si realmente no comprende el concepto, la complejidad o las implicaciones de la solución que el software ofrece?.
Por desgracia os podría poner muchos ejemplos de casos donde gran parte de las prácticas de laboratorio están orientadas simplemente a aprender a usar un software… a repetir casi mecánicamente una serie de acciones y pasos pulsando botones y opciones de menú. Algo que pasados unos días el alumno olvida muy fácilmente. Por no decir que si siempre es el mismo ejercicio de cálculo o práctica, el alumno siquiera presta atención y simplemente se copia de un año para otro. No es que el alumno sea un vago por naturaleza, es que simplemente no ve la utilidad en hacer algo que ya está hecho por otros, y que no le supone ningún reto ni motivación resolver.
Rápidamente aprendí que este modelo no funcionaba nada bien y di el siguiente paso. Para no caer en saco roto, debemos variar la experiencia práctica, personalizarla a cada grupo de alumnos, y hacerla muy atractiva. Con esto conseguiremos varias cosas: por un lado, el alumno sabrá que no podrá copiar porque ese problema nunca antes lo resolvió nadie exactamente así; y por otro lado sentirá que se enfrenta a un reto diferente, nuevo y atractivo que le va a poner a prueba, su capacidad está en entredicho y debe demostrar de lo que es capaz. Esto se puede hacer de muchas maneras, una de ellas es el siguiente paso.
Simular: intentar reproducir un caso o experiencia real. Trasladar al aula o anticipar las experiencias que se tendrán en el mundo profesional y en situaciones reales. Experimentar con diferentes modelos o escenarios para aprender la utilidad de determinadas decisiones y soluciones a problemas de diversa índole. Aprendizaje basado en proyectos o en simulaciones. «Tenéis que elegir un problema de estas características, un producto real, y cada uno de los equipos debe resolverlo tomando sus propias decisiones…».
Cuando al alumno se le da libertad en la elección de algunos aspectos del problema a resolver, y la confianza para que pueda adoptar sus propias decisiones y soluciones… se siente más motivado, porque se siente protagonista de la acción. No es un espectador que simplemente escucha, o un títere que repite las acciones del profesor… es el protagonista!
La contrapartida, es que el esfuerzo del profesor cambia de dirección nuevamente. Ahora el profesor debe adaptarse a la problemática particular de cada grupo de alumnos, de sus proyectos, de sus decisiones y acciones. El profesor debe acompañar y asesorar al alumno en su resolución (algo que el alumno reconoce fácilmente). Cada problema es diferente, cada solución es diferente… como cada alumno también lo es. A trabajar profesores!
Llegados a este punto, empecé a valorar cada vez más la necesidad de que mis alumnos aprendieran no sólo los conceptos y las técnicas para resolver un problema complejo tomando sus propias decisiones, sino que también deberían aprender las habilidades necesarias para explicar y defender sus propuestas delante de otras personas.
Presentar: consiste en exponer delante de otras personas tus ideas, propuestas, criterios, diseños y soluciones. Utilizando para ello argumentos, datos, y elementos visuales que te ayuden a comunicar. Se trata de trabajar un discurso, tu actitud y una presentación para que otros comprendan el valor de tu trabajo. También te expones a las preguntas y críticas de otros, te enfrentas a tus miedos, a las limitaciones de espacio y tiempo para hacer llegar tu mensaje y hacerte entender. «Hola, me llamo… y quiero presentaros (con estas diapositivas o con este póster) los resultados que he obtenido al resolver este problema. Se trata de… «.
Ya nada tiene que ver, este estado de la docencia con el estado tras los primeros tres pasos. Sin embargo, todavía se puede mejorar. ¿Y si el alumno pudiera no sólo resolver sino también llegar a construir o implementar su propia solución?
Construir: implica hacer, tocar con tus propias mano y hacer realidad tangible una idea o solución intangible. Te sientes satisfecho porque lo has hecho tú mismo. Te ves capaz y por tanto seguro. Lo sabes hacer y nunca más se te olvidará. «Aquí os traigo mi maqueta, mi prototipo… está a escala pero será así… es el resultado de mi proyecto, de mis cálculos, la mejor solución que he sido capaz de encontrar a mi problema. Y estas son sus ventajas…».
En este punto, la última novedad es que mis alumnos (además de todo lo anterior) tienen que construir maquetas a escala 1/10 de la unidad de carga rediseñada. Esta maqueta se muestra en un contenedor de 20 pies a la misma escala, con su carretilla elevadora… y hasta con el operario! Seguidamente os dejo algunas imágenes de los resultados presentados por mis alumnos.
Como veis, que gran diferencia entre explicar un concepto en clase y que un alumno se vea capaz de hacer.
Esto no es todo..
Pero ¿esto acaba aquí o existe un nueva etapa? … pues seguro que sí. Siempre se puede mejorar, y seguro que además de todo lo anterior como profesor puedes introducir elementos que hagan la experiencia más divertida o lúdica, donde el alumno adopte diferentes roles, por supuesto donde el alumno no sólo trabaje de forma individual sino en equipo con otras personas… y mucho más, tan sólo depende de tu voluntad, imaginación y trabajo.
Espero que os haya gustado esta reflexión en voz alta, un poco larga eso sí. Estaré encantado de leer vuestros comentarios.
Excelente aporte colega, comparto tus ideas, además yo me realicé así, y llegué a ser muy competitivo y me convertí en profesor justamente por mi amplia ‘casuística aplicada’, también hago mis maquetas para mis clases, alumnos y colegas. Tengo una frase que me acompañó en todo este ‘proceso de aprendizaje en prueba y error’ dice así: «PREGUNTANDO SE LLEGA A CHINA». Saludos del DOCTOR LOGISTICO NETWORK
Gracias por tus comentarios. El próximo curso esta actividad seguirá mejorando, con nuevas experiencias que la harán más didáctica y completa. No te pierdas las próximas novedades en este blog.
Enhorabuena!!!!!
Interesante. Muy difícil de llevar al la práctica.
Has obtenido un resultado óptimo.